En el cauce
la mirada
atenta
al desempeño
al crecimiento
instinto
de una demanda
un cambio
bajo la sombra
de los juncos
Se sumerge
como si fuese a volver,
rápido
súbito aliento
súbito respirar
y se apura
el corazón
pues el hambre también
lo convierte en presa.
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Entonces (siempre el entonces, nunca el cambio) es cuando y donde la admisión por recobrar el sentido precario y la estructura más mínima se torna indescriptible, por oculto y no por mágico o misterioso.
ResponderEliminarReconocerías mis palabras en cada penumbra inmersa en sumisión, y en cada luz y en cada espacio de final.
Finales, digo. Tu poesía como devoción infinita por mutación costante, mi verso como reiteración absurda de necedad y automutilación.
Y qué? Hasta podría adornarlo con palabritas de arcoiris y cienpiés dorado. Pero la lluvia que corre por las paredes en forma de acantilado suburbano canta en gritos perfectos
la desesperada armonía.